Las primeras referencias de la existencia de caballos salvajes en los montes gallegos se remontan a la edad de Bronce, y como prueba de ello la tradición milenaria reflejada en los petroglifos de Outeiro dos Lameiros, en Baiña (Baiona), al sur de la provincia de Pontevedra. En ellos se puede apreciar el mayor panel de zoomorfos de la península Ibérica, una pared vertical repleta de caballos salvajes. En ella, además se puede apreciar como hay caballos salvajes cazados, montados e incluso se puede intuir que siendo dirigidos hacia un espacio cerrado, lo que tiene bastante similitud con los recintos que hoy conocemos como curros, tradición milenaria en nuestra zona y que consiste en reunir el mayor número posible de caballos salvajes para raparlos, sanearlos, marcar los nuevos potros y volver a dejarlos en libertad en sus montes. En nuestro alrededor, tienen lugar los curros de A Valga, Torroña, Mougás, San Cibrán y Morgadáns, de arraigada tradición. La historia nos regala además en nuestro entorno, sesenta superficies con caballos grabados y demuestra las primeras domesticaciones de Europa de manera autónoma hace 4000 años.
A lo largo de toda la historia “o cabalo galego do monte”, fue de gran ayuda para la población de sus tierras, bien como fuente de consumo, en el ámbito rural para el trabajo de las tierras, como medio de transporte, o bien como animal de mensajería o combate.
Hoy en día y debido al abandono del campo y su mecanización, sumándolo al mal estado de los montes y al cruce con otras razas, en la actualidad se encuentra en peligro de extinción, y es por ello que desde la Asociación Finca Moreiras buscamos realzar su figura y promover la cría de caballos Pura Raza Galega, buscando así el reconocimiento de todas sus grandes aptitudes y, resaltar y reconocer la importancia del mismo dentro de nuestra cultura.